Cazurreando

Cazurreos XI

Trato de ser objetivo, escribir con la justicia de los hechos que interpreto, pero me cuesta. Cuesta cuando escuchas ciertas frases que no se acompañan con la realidad, con lo que en el día a día el propio día expone. Porque los días se hacen largos cuando los clubes no viven más que de alabanzas, sin mirarse el ombligo.

Y me explico. La entrevista famosa en la que el dueño/presidente/jefe del FC Cartagena, Paco Belmonte, señala que habrían sido la mejor comisión deportiva del club en su historia escuece más que aclara. Pica y enrojece la expresión desde una perspectiva neutral, sin bufandeos y con la realidad de asistir a la historia de un club de la que nadie se puede inventar nada, de la que está todo escrito, expuesto y verificado. Lo que es lo mismo, le duele al tiempo, al testigo de todo esto. Es sencillo caer en actitudes arrogantes cuando se piensa que alguien puede ser más importante que el escudo, cuando se alcanza un baluarte por encima de los sentimientos de la afición, cuando se produce una distorsión de la realidad o cuando, como alguno hace meses de esa comisión me decía, se desconocen los límites entre persona y personaje. Hablando en general, tras decir esto.

Por eso suelo interpretar sin sesgos y no cruzo fronteras que me puedan nublar, aunque a veces esas tormentas imaginarias tiendan a sostenerse en disparates. Y lo es, sin posibilidad de discusiones, afirmar lo que dijo en la televisión que pagamos todos el dueño/presidente/jefe del club albinegro. Afirmar algo tan rotundo implica menospreciar lo que han hecho otros antes, elevar el listón a alturas indeseables y colocarte en una diana donde los sopapos verbales llegan por todos los lados. Y hay que tener costumbre para ello por encima de dioses -y de sombras-.

Hay que reconocer que el FC Cartagena ha ascendido, nadie lo duda. Pero habría que ver el método, una forma que ofreció sus resultados y que, de soslayo, menospreció lo previo auscultado por una deformación del pasado que no se asemeja al presente. Porque dejar entre líneas la creencia de auparse al olimpo suele ofrecer, a la larga, una caída en la que todo se revierte. Recordad que otros también ascendieron con el nombre del equipo pero con distintos jugadores.

Lo que me cuesta entender, luego, es la falta de crítica de la prensa ante situaciones como estas que, más allá de la perplejidad instantánea inicial, abren un abanico de cuestiones inmediatas de las que se saca un Pulitzer en los reflejos. Aquí carecieron de ellos, porque fajarse tras una sentencia así exige un golpe de vuelta. Como en otras ocasiones los reflejos de la inmediatez nos llevan a pensar en Buitrago y otros muchos a quienes esconder su pecho les hace mostrarse, sin contemplaciones, en el trono emocional de muchos. Y muchos disienten porque lo saben.

Precisamente el contexto careció de fuerza. Un domingo de ramos hubiera sido el escenario perfecto. Y no se pregunten porqué.