Gaceta Cartagonova – Del Blanco al Negro
NO soy muy amigo de los panegíricos y por tanto no es habitual que le dedique un espacio, por el temor de no ser los suficientemente justo con el protagonista. Porque es difícil hacer una semblanza, y más a título póstumo. Pero con Alejandro haré una excepción, porque cualquier cosa que escriba de él, nunca faltaré a la verdad.
Alejandro fue como futbolista un peón de brega, de los que son necesarios y, por eso, a pesar de la reticencia de sus técnicos a ponerlo de titular, por su falta de calidad, se convencían de que ese vasco menudo de 20 años era una pieza fundamental. Notaban que era imprescindible, y lo fue en el equipo que subió en Torrejón. Y también al
año siguiente en 2ª A.
Cumplido el servicio militar, su idea era volver a su Athletic, pero lo habían traspasado al Salamanca. En el helmántico, García Traid no le vio cualidades y lo devolvió, cedido, al Cartagena. Y esta nueva cesión fue para siempre, bueno casi; porque le negaron un sueldo digno la temporada 89-90 y aceptó la suculenta oferta del Orihuela con el que ascendió a 2ª. Dos años después volvió a casa y acabada su etapa en el Efesé, no dudó en empezar el proyecto en Preferente del Cartagonova, logrando el ascenso a Tercera y Segunda B. Para salir de puntillas cuando fue necesaria su ficha en enero del 99. Tenía 37 años. Pese a todo continuó en el club, incluso de utillero.
Hasta que fichó por el extinto PMD. Allá por donde pasó el Jabato Sagarduy dejó estela de lo que siempre fue, una persona ejemplar. Servicial, cariñoso, atento. Nunca un mal gesto y la sonrisa a flor de piel. Un enorme vacío deja en su mujer e hijos, pero también su legado en la Cartagena futbolística, que tanto le debe y ya no le podrá recompensar.
Con Sagarduy, se va un mito.